Ramos no es mi periodista, ni Trump es mi candidato—no todavía

Bueno, lo cierto es que Jorge Ramos no es mi periodista, ni tampoco lo es Donald Trump, mi candidato—por lo menos no todavía.

Jorge Ramos conoce bien las reglas. En su última rueda de prensa con el señor Trump, Ramos—un empedernido reportero de Univisión—se envalentonaría para indisponer al señor Trump, con el ánimo de provocar así algún tipo de confrontación. Ramos consiguió exactamente eso.

Pero, para bien o para mal, ya es bien conocido, que el señor Trump tiene sus maneras, a veces cortantes—hirientes, en algunos casos.

Pero eso, sólo se hace relevante, si reconocemos que vivimos en medio de una cultura ya muy acostumbrada a la ñoñería, en donde nadie quiere escuchar la Verdad, o entender la realidad que esa Verdad debe reflejar.

El señor Ramos, además de ser más pedante y, más arrogante que el mismo señor Trump, es—en el más benigno de los casos—un periodista de pacotilla. Su gestión periodística está, no solo éticamente comprometida, sino que ya no es imparcial.

A Ramos se lo escucha frecuentemente formulando análisis parcializados en cuanto a un sin número de temas, y en todos ellos, sus inclinaciones izquierdistas salen a relucir. No puedo

resistir la tentación de mencionar también, que el señor Ramos es por demás, un ateo confeso.

Así, que, todo el que siente por esta tierra—y por el periodismo independiente e imparcial—debe observar la situación de la misma manera.

Todos debemos tener la integridad y serenidad para formularnos juicios que sean independientes, procurando siempre que esos se acomoden a la realidad económica, social y cultural que nos ha tocado vivir.

Esta premisa no es jurisdicción exclusiva de los Demócratas o los Republicanos, sino de todos los norteamericanos que aman y añoran esta gran Nación.

Hasta ahora el señor Trump es el único con el coraje suficiente como para señalar los males de una política de inmigración fuera de control.

Trump es, hasta ahora, es el único, quien en manera más directa, ha señalado los peligros de una cultura que languidece, siendo invadida por un alud incontrolable de inmigrantes de todas partes del mundo.

Muchos de estos inmigrantes no solo rehúsan abrazar y asimilar la cultura que les abre las puertas a las posibilidades de la vida en el Norte, sino que frecuentemente se burlan de esa cultura, de sus leyes, y de las tradiciones de la nación que los ha recibido en su seno.

Asimismo—gracias al sistema social de dependencia, avanzado por los demócratas y socialistas ahora en el poder—

las prebendas del Estado han tomado el lugar del trabajo arduo y tenaz, y han socavado las bases y la dignidad misma del país.

Trump es el único que ha sugerido—aunque en manera limitada y carente de detalles—un plan para cómo resolver esos males, y devolverle a la nación con su implementación, el lugar de preeminencia y solvencia cultural y moral, que tanta falta le hace al mundo de nuestros días.

Ningún país podrá sobrevivir, si no preserva su lenguaje, si no cuida y preserva su cultura, y si no tiene control de quien entra por las fronteras.

El comentario casual de Jorge Ramos en el que se escucha al señor Ramos vociferar: Qué ningún ser humano es ilegal en ninguna parte, es muestra clara de la inclinación relativista e izquierdista de la cosmovisión de Ramos.

Si con todas las sandeces y desaciertos del actual presidente Barack Hussein Obama—que tomaran lugar durante las campañas presidenciales del 2008, y las del 2012—el electorado optó por elegirlo y re-elegirlo, lo cierto es que cualquier cosa puede pasar.

Pero de aquí a las elecciones—o por los menos, de aquí hasta los Caucus (Asambleas Partidistas) de New Hampshire—muchas cosas pueden suceder.

Pero, para ser realistas, debo decir que entre las cosas que pudieran ocurrir, está también la posibilidad de que Trump pierda la posición de ventaja que ha sostenido en las últimas encuestas.

Esto último haría posible que otro candidato—de entre los tantos Republicanos que han anunciado sus aspiraciones—pueda efectivamente asumir la posición de líder en las encuestas.

Pero, al final, sólo el voto del electorado norteamericano será responsable de dictar cuál camino la nación habrá de tomar.

Si los resultados de las dos últimas elecciones presidenciales son indicación alguna, puedo asegurarte que las cosas no pintan muy claras para el futuro de la gran República del Norte.

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