Controlar el agiotismo

Manuel Hernández Villeta
Manuel Hernández Villeta

Por Manuel Hernández Villeta

Al comenzar el año, es bueno repasar a donde se encuentra la política del kiosko, que es la primera expresión económica popular. Es en el colmado de la esquina donde se encienden las pasiones y es el lugar donde se puede palpar cómo está el sentir del pueblo. Es un error que un gobernante no tenga un oído abierto a los clientes de la pulpería.

Si los últimos estimados oficiales fijan el valor de la canasta familiar promedio en 20 mil pesos mensuales, y el salario mínimo parte de los seis mil pesos, se llega a la fácil conclusión de que una parte considerable de los dominicanos están mal nutridos.

Eliminando productos alimenticios y apretando el cinturón hasta asfixiar es posible que el valor de una canasta familiar de pobre llegue a los doce mil pesos mensuales. Por ahí está el salario mínimo de las empresas de alto capital. Quiere decir que un empleado promedio no puede pagar casa y alimentar a su familia con su salario.

Cuando el peso pierde valor y aumentan los precios de los alimentos básicos, se coloca a la población contra la pared. Sólo le queda hacer sacrificios. Los hogares de clase media se van proletarizados y únicamente una vergüenza propia tal vez absurda, los inhibe de decirlo a los cuatro vientos.

Hay que buscar correctivos sociales. Lo primero es parar la inflación y el agiotismo. Hay que obligar a los comerciantes a que fijen los precios de acuerdo a los costos de producción del producto. Hay que llevarlos que ganen al venderlos el por ciento estipulado en el libre comercio.

Siempre hemos dicho que en países sub-desarrollados como la República Dominicana es un crimen dejar flotar los productos de primera necesidad a la oferta y la demanda. Una acción de este tipo significa que los comerciantes pueden fijar los precios que les venga en gana, de acuerdo a costos de producción elaborados por ellos mismos.

Hay que establecer una canasta familiar que vaya de acuerdo con las necesidades y las demandas de la población. Los principales supermercados hacen ofertas de productos, pero ello no es suficiente. Hay que aplicar una acción oficial de protección al consumidor, para que no se muera de hambre.

Tampoco los productos elaborados en la República Dominicana deben ser golpeados por fijarles   precios de acuerdo a la prima del dólar. Ello sería duplicar su valor y hacer más tormentosa la vida de los necesitados. Hay que bajar los precios de la comida ahora mismo, y aumentar los salarios, pero deteniendo a la inflación y el agiotismo. Los grandes devoradores del salario de miseria que gana el dominicano promedio son esos comerciantes desalmados que solo buscan ganancias, sin importar si es a costa del sufrimiento de su pueblo. ¡Ay!, se me acabó la tinta.

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