En Brasil: ¿”Será que todos somos corruptos”?

Manuel Díaz Aponte
Manuel Díaz Aponte

Por Manuel Díaz Aponte

Muchos en la sociedad brasilera atribuyen la cultura del robo a la colonización portuguesa que sentó su base de dominación hacia el año 1500.

Los conquistadores europeos tenían la mira bien definida sobre las inmensas riquezas materiales esparcidas por el Continente Americano, y nunca tuvieron dudas en emprender y financiar los innumerables y costosos viajes de sus embarcaciones aunque para ello tenían primeramente que desafiar miles de kilómetros de distancia.

El recordado escritor uruguayo Eduardo Galeano en su libro “Las Venas Abiertas de América Latina”, nos describe la realidad de Brasil en pleno dominio colonial

Al respecto dice que: “A fines del siglo XVI, había en Brasil no menos de 120 ingenios, que sumaban un capital cercano a los dos millones de libras, pero sus dueños, que poseían las mejores tierras, no cultivaban alimentos. Los importaban, como importaban una vasta gama de artículos de lujo que llegaban, desde ultramar, junto con los esclavos y las bolsas de sal. La abundancia y la prosperidad eran, como de costumbre, simé- tricas a la miseria de la mayoría de la población, que vivía en estado crónico de subnutrición”.

Los niveles de desigualdad social entre los brasileños tienen raíces históricas y han ido profundizándose secuencialmente en la medida en que las clases dominantes en contubernio con las éticas políticas controlan a su antojo las principales áreas productivas.

Brasil obtiene su independencia de Portugal en el año 1822 tras la proclamación del “grito de independencia” por el príncipe portugués Pedro I en las márgenes del rio Ipiranga que bordea la ciudad de Sao Paulo, en el sur del país.

En realidad, fue un acuerdo firmado entre el liderato de Brasil y la corona portuguesa que aún controlaba ese territorio convirtiéndose en un caso sui géneris con relación a las demás guerras independentistas hispanoamericanas.

Para algunos investigadores del devenir histórico brasileño esa acción esparció para siempre el germen corruptivo en esa sociedad.

Previo a la dominación de Portugal en todo el territorio brasileño ya potencias coloniales como Francia, Holanda y España ambicionaban su vasto territorio.

Entonces la corona portuguesa logró expulsar finalmente a los franceses en 1530 quienes habían rodeado las áreas costeras de Brasil, con el firme propósito de controlar y administrar las inmensas variedades de plantaciones, bosques y minerales de allí.

Factores económicos y estratégicos movían a esas naciones europeas a lanzarse a la búsqueda de la conquista del rico y extenso espacio físico de América.

Se Busca un Hombre Honesto

El robo entre la clase política brasileña es parte de la cotidianidad, de un penoso diario vivir donde los ricos son cada vez más ricos y los pobres más empobrecidos.

¿Habrá en Brasil algún político honesto?  Es una pregunta que  personas dentro y fuera de esa nación suramericana podrán estarse formulando ante el polvorín desatado por el escándalo de Odebrecht, el mayor en la historia de América Latina.

“¿En Brasil, será que todos somos corruptos”? fue una expresión que escuché de la voz de una madre brasileña mientras hacía sus compras en un supermercado de Sao Paulo en la primavera de 1992, cuando se hacían los aprestos legales para enjuiciar al entonces presidente Fernando Collor de Mello, primer mandatario latinoamericano destituido del cargo.

El más joven presidente en gobernar Brasil fue sacado del poder en diciembre del 1992 acusado por la Cámara de Diputados de formar y dirigir una estructura corruptiva que significó la sustracción de miles de millones de dólares de las arcas públicas, teniendo que ceder su puesto al vicepresidente Itamar Franco.

El Escándalo de Odebrecht

La imagen de Brasil ha quedado muy deteriorada ante la mega corrupción desatada por el escándalo multimillonario de la Odebrecht que ha arrasado con las élites políticas brasileñas y ha extendido sus tentáculos en una docena de países latinoamericanos.

Ministros, senadores, parlamentarios y dirigentes políticos de todos los partidos están implicados en el entramado corruptivo de la petrolera estatal Petrobras-Odebrecht, inclusive salpicando a los ex presidentes Fernando Henrique Cardoso, Luiz Inácio Lula Da Silva, la destituida mandataria Dilma Rousseau y el actual presidente golpista Michel Temer.

El propio Lula ha defendido su honorabilidad y afirma estar preparado para defenderse ante los tribunales brasileños de cualquier acusación en su contra. Incluso, la dirección del Partido de los Trabajadores (PT), dice que la ultraderecha busca inhabilitar políticamente a su líder para que no sea opción de poder en las elecciones del 2018.

En el listado de políticos brasileños que recibieron sobornos aparecen dirigentes del PT, según han difundido varios medios de comunicación entre ellos Folha de Sao Paulo; O Globo y la revista Veja.

Hasta ahora hay 125 condenados por la justicia brasileña en relación a esta desvergüenza pública, incluyendo al ex presidente de la constructora, Marcelo Odebrecht, quien  cumple pena de 19 años en la cárcel.

La operación Lava Jato, la investigación por el gigantesco escándalo de Petrobras, considerada la mayor ofensiva contra la corrupción en Brasil, cumple ya tres años.

Ella destapó una enorme y compleja red de corrupción que desviaba recursos de Petrobras, principal empresa brasileña, la que premiaba con jugosos contratos a las firmas constructoras que aceptaban pagar sobornos a los altos funcionarios de la petrolera y a decenas de políticos.

De la corrupción “nadie se salva” en Brasil y ahora habrá que esperar el final de este nuevo capítulo relacionado al manejo de los recursos estatales en la economía más grande de America Latina y la quinta en el mundo.

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