¡Mal de muchos, consuelo de tontos!

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Por Jesús M. Guerrero 

Con la implosión causada por el escándalo de Odebrecht y su repercusión internacional, las opiniones y predicciones sobre lo que solo pueden ver quienes vean más allá de la curva; no se han dejado esperar.

La semana pasada, uno de los principales actores del escenario político dominicano se destapó con un artículo con datos históricos y reales. Sin embargo, la vida en la sociedad civilizada se caracteriza por el cambio constante; penosamente, la corrupción ha sido la norma por excelencia, por eso todos hemos podido presenciar las manifestaciones civiles que han rechazado este flagelo en toda su expresión.

Es cierto que en América Latina y el Caribe la corrupción es tan antigua como el descubrimiento mismo del continente. No obstante eso, también hay muchas actitudes contrarias a los valores democráticos que ocurrían en la región que eran las directrices del momento y producto de los cambios sociales hoy son conductas superadas y olvidadas.

Aunque algunos aspiren a la eliminación absoluta de este mal, es una utopía. Por eso, el gran reclamo es por un régimen de consecuencias que penalice a quien despilfarre las arcas estatales. Nadie puede ostentar un nivel de vida cinco estrellas con los dineros del pueblo y ser justificable porque muchos lo han hecho desde el principio de los tiempos.

Hubo un momento dado en la historia de esta media isla, que de no estar de acuerdo con el gobierno de turno; la forma de manifestar descontento y oposición era convocar revueltas revolucionarias. Peor aún; los esfuerzos opositores no eran más que componendas para eliminar físicamente a los presidentes de turno. Lilis fue el primero en ser despachado del poder de esta forma, el 26 de julio de 1899 a manos de Mon Cáceres y Jacobito de Lara; mientras el tirano estaba sentado en el negocio propiedad de Jacobo de Lara padre de uno de sus matadores.

Irónicamente, Mon Cáceres correría el mismo destino que Lilis, en 1911 a manos de Luis Tejera que deseaba alzarse con la banda presidencial de la misma forma que lo hiciese su víctima. Solo que Tejera correría un destino fatal al momento de segar la existencia terrenal del presidente Cáceres.

Lo mismo ocurrió con quien fuese el generalísimo Trujillo, luego de 30 años de dirigir la nación con puño de hierro y a partir de ese momento devino la democracia que luego de 7 meses fue castrada y produjo el caos de la revolución de abril del 1965.

Si la historia no fuese un cambio constante, aun continuaríamos con los Bolos y Coludos como los partidos del sistema y la política fuese a plomo limpio; sin reparos ante nada.

La historia contrafactual, demuestra que se repiten los hechos con diferentes protagonistas. Que una misma sociedad en diferentes épocas exhibe similitudes innegables; sin embargo, todo momento histórico va acompañado de grandes cambios en los paradigmas nacionales.

Decir que la corrupción es común y algo intrínseco de nuestra sociedad es un absurdo; porque quienes la han salido a enfrentar son los hombres y mujeres que han sentido como esta les roba su futuro y oportunidad de tener un mejor país. Tratar de justificar lo injustificable es un absurdo de marca mayor.

El refranero enseña que mal de muchos, consuelo de tontos; la corrupción no puede ser validada por el simple hecho de que ha permeado gran parte del estamento estatal y la impunidad ha protegido a sus protagonistas de siempre.

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