¿Qué dicen los gestos de Donald Trump?

Donald Trump 2
Donald Trump 2

En teoría, Donald Trump es uno de los hombres más poderosos del planeta. Ese poder que tiene –y el poder que quiere tener–, se refleja en sus discursos. Y también en sus gestos: en la forma de caminar, en la forma de dar la mano, en  su cara y su mirada. Pero si con su lenguaje corporal muestra su poder, también debela su forma de ser más allá del título de presidente.

Interpretar el lenguaje corporal implica conocimientos muy sólidos de la conducta humana. No cualquiera podría, por vía de los gestos, decir algo de otro, descubrirlo, entenderlo. Pero es posible. Y no hacen falta discursos, no hace  falta hablar para, en alguna medida, interpretar lo que el otro quiere decir. Más que decir, transmitir. En porcentajes, explican estudios sobre el tema, casi el 90% de la comunicación humana es no verbal.

Por ser el presidente, Trump tiene la atención de medio mundo encima. Nada de lo que hace o dice se escapa a la mirada siempre vigilante de las cámaras. Lo que se ve de él ha permitido determinar que hay detrás de su comportamiento, delimitado por algunos psicólogos como “agresivo y arrogante”. En el lenguaje corporal de Trump está la clave para entender lo que se esconde detrás de su poder.

La cara de Trump es muy expresiva. Un estudio de la Universidad de Londres, que analizó los gestos del magnate, reveló que “Trump tiene un rostro masculino y aventajado, y su relación entre anchura y altura es alta. Lo cual lo vincula con importantes resultados de liderazgo”.

“Trump tiene un rostro varonil que a menudo es visto como dominante y la gente lo recibe bien en entornos competitivos como durante la guerra” –continua la investigación–; “sin embargo, esos mismos rostros varoniles resultan menos confiables en entornos cooperativos como tiempos de paz. Esto quiere decir que el miedo ante la creciente amenaza de terrorismo puede haber contribuido a su elección”.

En cualquier aparición pública, los medios no sólo esperan las declaraciones de Trump: también, con tanta o más curiosidad, desean ver cómo le dará la mano a quién esté con él.

El presidente da la mano de dos maneras: una sencilla, tranquila, amistosa; y otra, más ruda, tirando a su interlocutor hacía él, sacudiendo su mano con fuerza. Hay un tercero, menos probable, que es no aceptar o, supuestamente ignorar el saludo, tal cual lo hizo con Angela Merkel.

Esa actitud refleja que Trump ha tenido muchos obstáculos para llegar a tener el poder que tiene. Como le ha costado tanto, quiere mostrarlo, como cuando un perro enseña los dientes en una pelea; quiere lucirlo. Quiere que lo vean.

“Los niños que crecen siendo el centro de atención raramente se preocuparán en subrayar ese rol ni sienten la necesidad de pelear por él. Ganar uno de los roles principales en el mundo no parece haber detenido su necesidad de reafirmar su poder alfa en cada ocasión”, explicó la doctora Judi James.

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