¿Por qué los gatos sobreviven a caídas desde sitios altos?

Gato
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En algún momento de su existencia, cualquier gato tendrá que enfrentarse a un episodio inevitable: caer al suelo desde una distancia más o menos importante. Los biólogos Wayne Whitney y Cheryl Mehlhaff explican que tal hecho se encuentra en su propia naturaleza, pues cuando estos animales no se hallan en sus hogares o deambulando por los callejones, tienden a morar en las copas de los árboles, como herencia de su salvaje vida pretérita.

La lógica más inmediata nos viene a decir que cuanto más alta sea la caída, más posibilidades debería tener el animal de acabar malherido. El periodista científico David Quammen explica que si bien tal premisa sería válida para los pobres humanos, carentes de superpoderes felinos, en el caso de estos animales dicha norma no se aplica de la misma manera.

A través de la selección natural, los gatos han desarrollado un instinto para detectar inmediatamente dónde está el “abajo”. Se trata de un mecanismo análogo al sentido del equilibro humano que nos permite caminar de pie y que se conoce como reflejo de enderezamiento. Si se les da el tiempo suficiente, los gatos son capaces de girar rápidamente para posicionar sus pies y aterrizar sobre ellos. Para que se complete el movimiento, el gato necesita caer desde una altura de por lo menos un metro y medio.

Gracias al efecto paracaídas del que hablábamos arriba, la velocidad terminal en el caso de un gato es lenta, en concreto de unos 97 km/h en comparación al promedio humano que es de unos 193 km/h. Ello les permite tener de por sí un importante índice de supervivencia, incluso en las situaciones en las que llegan a alcanzar tal velocidad.

Sin embargo, la capacidad de los gatos para lograr frenar la caída no explica por qué las consecuencias pueden ser peores en las distancias intermedias. El motivo se debe a que cuanto más tiempo se le dé al animal, más posibilidades tendrá de lograr una posición óptima para atenuar el impacto. “Si el gato aterrizara con sus patas directamente debajo de él, como si fueran una columna, y las mantuviera duras, se rompería todos sus huesos”. Cuenta el Dr. Socha, biomecánico de la universidad de Virgina.

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