El primer taxi eléctrico en España: 300.000 kilómetros en seis años

Nissan Leaf Zaragoza
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La primera vez que Roberto montó en un coche eléctrico exclamó “esto es una nave espacial”. Le sedujeron la suavidad de la conducción, la ausencia de ruido y una deliciosa aceleración continuada. “Se enciende el cuadro, botones por todos los lados”, recuerda atropelladamente. “Te juro que parece una nave espacial”.

El País

La primera vez que Roberto montó en un coche eléctrico exclamó “esto es una nave espacial”. Le sedujeron la suavidad de la conducción, la ausencia de ruido y una deliciosa aceleración continuada. “Se enciende el cuadro, botones por todos los lados”, recuerda atropelladamente. “Te juro que parece una nave espacial”.

Era el año 2011 y los coches eléctricos apenas se entreveían como una posibilidad futura. Menos aún en Valladolid, donde vive y trabaja Roberto San José. Oyendo hablar a unos compañeros se enteró de que había llegado un coche eléctrico al concesionario Nissan. A este taxista de mediana edad se le pusieron las orejas como platos: siempre había sido un apasionado de las renovables y de las alternativas energéticas. Tardó poco en ir a la Nissan para informarse sobre el flamante Leaf.

Han pasado seis años y 300.000 kilómetros desde entonces –Roberto exhibe orgulloso el marcador– y han pasado sin que su coche emita ni un gramo de CO2 al aire. Según los cálculos provistos por Nissan, su vehículo nos habría ahorrado 51 toneladas de dióxido de carbono en este tiempo.

A estas alturas, Roberto se ha convertido en un proselitista de los taxis eléctricos. “Recorrer 1.000 kilómetros te cuesta 20 euros con un coche eléctrico”, afirma. Y añade que gasta unos 100 euros al mes en electricidad, cifra que incluye el suministro para el hogar, mientras que con su anterior coche gastaba 300 euros mensuales en gasoil.

Cuando compró su Leaf, el comercial del concesionario Nissan estaba menos convencido que Roberto de que aquello fuera buena idea. Tuvo que llamar a la sede nacional de la compañía, en Barcelona, para que le autorizaran a venderlo. Apenas se preveía cómo iba a funciona un coche eléctrico en el mundo real, así que vendérselo a un taxista era un riesgo para la imagen de la marca.

 

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