El error de recurrir a la campaña sucia

J M Guerrero
J M Guerrero

Por; Jesús M. Guerrero

El domingo culminó el proceso electoral mexicano con la avasallante victoria de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), en su tercera ocasión como candidato a la presidencia de los Estados Unidos Mexicanos obtuvo la legitimación de los electores. Fue desestimado y vilipendiado por la partidocracia mexicana y por sus adversarios, incluso fue catalogado como el Maduro mexicano; mientras todas las encuestas lo daban como virtual ganador, los demás aspirantes presidenciales únicamente apelaban al ataque y no a sus propuestas, porque minimizaron la envergadura del proyecto encabezado por AMLO, pensaron que podrían evitar su ascenso al gobierno como las dos veces anteriores.

Lo que nos lleva a identificar el garrafal error de empequeñecer las aspiraciones presidenciales de dirigentes que ejercen el quehacer político 24/7. Podemos citar el caso del expresidente Leonel Fernández, históricamente ha sido minimizado desde que se alzó con la candidatura vicepresidencial para las elecciones del año 1994 y también en el momento que ganó la convención para su primera candidatura presidencial y luego nuevamente al momento de enfrentar a Peña Gómez en la primera y segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 1996.

Aun después de haber sido la cabeza del Poder Ejecutivo en los cuatreños 96-00, 04-08 y 08-12; luego de su primera salida del poder se creyó acabado políticamente, 4 años después volvió con 57% en esa ocasión y para el 2008 la oposición continuó menospreciando, apelando al descredito y aun así se reeligió con 54%. La pregunta persiste, ¿Cómo restar importancia a alguien que ha sido 3 veces presidente?; parece ser que se han encariñado con la piedra de la derrota y han sobrestimado los beneficios de la campaña sucia, que no les ha resultado desde que salieron del poder en el 2004.

Podemos ver el caso de las recientes elecciones colombianas, con los anhelos presidenciales de Gustavo Petro, fue atacado con todo por el uribismo y un país que tradicionalmente los candidatos conservadores siempre se han disputado el poder; Petro fue ridiculizado y desacreditado por su pasado guerrillero y por cualquier cosa, resultado de la mezquindad política, común del ejercicio proselitista. Petro fue el primer candidato de ideología de izquierda que ha pasado a la segunda vuelta y ha obtenido 8 millones de votos en Colombia.

Lo menospreciaron y hoy es el principal frente opositor del Polo Democrático encabezado por Uribe y el presidente electo Iván Duque.

Incluso, una de las fotografías históricas de más peso político, es la del expresidente norteamericano Harry S. Truman celebrando su triunfo, sosteniendo el ejemplar del periódico que en su primera plana anunciaba la victoria de los Republicanos con Thomas E. Dewey encabezando su propuesta electoral, que irónicamente fue el derrotado. Es más, uno de los mandamientos para campañas electorales consagrados por el consultor político Joe Napolitan, fue el de recordar que los demás también juegan.

Citando al consultor Mario Rioda: “No quiero ser ni más ni menos ético, sino solo un provocador y motivador para que se reflexione sobre la necesaria sinonimia entre consultoría política y responsabilidad democrática. Las campañas, antes que lindas, deben ser buenas. Buenas para el candidato, en tanto le permitan obtener el mejor desempeño electoral posible (no siempre se trata de ganar si se es realista); y buenas para la democracia, en tanto no se conviertan en inflacionarias desde la comunicación.”

Es decir, las campañas electorales son buenas cuando se fundamentan en propuestas de gobierno y no en ataques y difamación contra los adversarios. Los ejemplos relatados en este artículo, han demostrado que quienes recurren a la campaña sucia, tienden a morder el polvo de la derrota. Respecto a esta estrategia del descredito, Jorge Imhof, explica lo siguiente: “Es un tema complejo. Campaña sucia es mentir, difamar. Campaña negativa es resaltar los aspectos negativos del otro. Cuando haces esto último, que sólo a veces funciona, te dedicas a hablar del otro y no te detienes en los aspectos propositivos propios. Pasas de local a visitante en la campaña. Además, no creo que tenga demasiado efecto en las urnas.”

Existen las campañas negativas según el consultor político, Daniel Eskibel y la define de la siguiente manera, cito: “La campaña negativa resaltan los errores y defectos de los contrarios. Los estudia, los subraya ante el público, los pone en primer plano, los destaca y pone sobre ellos una inmensa lupa y un potente foco de luz. Busca que el público advierta el grave error que significaría votar por ese adversario. Y las consecuencias negativas que acarrearía.”

Mientras la tristemente célebre campaña sucia es puntualizada por Eskibel de la siguiente forma, cito: “Ataca al adversario. Pero lo hace no resaltando sus errores y defectos sino creándolos. La campaña sucia distorsiona la realidad, inventa, atribuye cosas que no son reales. Y lo hace a sabiendas, con el único objetivo de dañar al otro sin importar cuál sea el medio utilizado. Para ello atraviesa las fronteras de la ética, de la dignidad, del decoro… No busca ilustrar al público ni prevenirlo. Busca engañarlo.”

Ese es el talón de Aquiles, de los candidatos que acuden a la campaña sucia, creen que pueden engañar a los votantes y para toda persona el engaño es percibido como insulto. Pero, sobre todo, olvidan el argot popular que reza: “Cuando señalas a alguien recuerda que tres dedos te señalan a ti.” El principal mensaje de la campaña sucia, es que quien la utiliza no tiene nada que ofrecer a la ciudadanía desde el gobierno y si trata de construir la conquista electoral con la falacia, no sería ilógico que su oferta electoral también sea falsa.

Como las agresiones pasan a protagonizar la campaña, los planes de gobierno pasan a un segundo plano. Pero, peor aún, en las arremetidas contra el adversario, se menciona más su nombre que el del candidato que emplea la difamación como arma y es más probable que en el psiquis del elector perdure más el nombre del contrario que el descredito.

Para concluir, cito la frase de Julio Anguita: “La política es la ciencia y el arte de proponer un modelo a la sociedad como ella quiere.”

 

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