Vulnerabilidad de nuestros jóvenes marginados

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La falta de horizontes y de propuestas viables para propiciar una reintegración social de los jóvenes excluidos de las oportunidades educativas y laborales, y de su mismo entorno familiar.

Por: Dra. Claudia Hernandez

La importancia que la juventud tiene como proporción de la población total  y como factor de recambio generacional en un período de transformaciones profundas en la economía y la sociedad. La pobreza y marginación, y su persistencia agrava la situación de vulnerabilidad en que subsisten los hogares más pobres de nuestra media isla.
La falta de horizontes y de propuestas viables para propiciar una reintegración social de los jóvenes excluidos de las oportunidades educativas y laborales, y de su mismo entorno familiar, los obliga a mantener estrategias de supervivencia basadas en asociaciones marginales, delictivas y proclives a la violencia en contra de la sociedad.

Uno de los rasgos más sobresalientes en la situación de marginación de los jóvenes de la calle es la desintegración de su entorno familiar, en un clima de pobreza y violencia acentuadas. La falta de una estructura familiar que pueda sostenerlos y orientarlos en su formación constituye la exclusión principal, al menos para los más jóvenes.

Esta condición negativa se refuerza con el abandono de la escuela y la casi imposibilidad de lograr posteriormente una inserción laboral que pudiera otorgarles los medios para sobrellevar una vida digna en un amplio sentido. En la medida en que el funcionamiento económico y las instituciones no generan medidas o soluciones compensatorias a esta situación de exclusión, la vulnerabilidad social de los jóvenes tiende a agravarse, tanto por la disminución de la edad de quienes abandonan sus hogares para sumarse a las pandillas como por la mayor proliferación de éstas.

En general, los programas gubernamentales orientados a la juventud no contemplan el problema de los jóvenes marginados, ni la necesidad de abrirles espacios de expresión, participación y elaboración de propuestas. Los jóvenes marginados son objeto de la atención gubernamental cuando les afectan situaciones críticas, como la drogadicción, la transmisión de alguna enfermedad sexual o el embarazo precoz en el caso de las adolescentes.

En las experiencias exitosas de organizaciones civiles o instituciones privadas que se abocan a rehabilitar u ofrecer soluciones integrales a los jóvenes marginados, se comprueba que la reintegración social duradera combina soluciones para los tres aspectos mencionados.

La inversión en educación para procurar la continuidad escolar, el aprendizaje de oficios o desarrollo de destrezas que permita emplearse o financiar parcialmente un proyecto, así como la recomposición del ámbito familiar, contribuyen a una reintegración más estable de los jóvenes.

Desde una perspectiva social más amplia, el cambio en los patrones culturales de las familias para incrementar la educación de las mujeres, estimular la paternidad responsable y un ambiente familiar de respeto y sin violencia, constituyen proyectos de mayor envergadura y continuidad, por lo que sólo pueden ser el resultado de amplios consensos del gobierno con la sociedad civil de nuestro país. Ya sea desde la globalidad de la sociedad o por un trabajo en las barriadas marginales, sólo se podría aspirar a que los jóvenes agrupados en pandillas abandonaran esa forma de vida si se les ofreciera una opción efectiva que contemplara los aspectos de educación funcional, trabajo e integración social con el resto de la comunidad, vinculados por la solidaridad.

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