Oye Multitud – El Mundo necesita pacificadores

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Por:   Dra. Claudia Hernández 

Bienanventurados los Pacificadores porque ellos serán llamados hijos de Dios. Ver que podemos y debemos vivir como pacificadores, y emplear principios cristianos en cada relación personal.

El mundo necesita pacificadores, o mas bien, al pacificador  Jesucristo. Como representante de Cristo, todo creyente debe ser un pacificador (1) entre Dios y el hombre, y (2) entre las personas que tienen conflicto.

La mejor forma de ser un pacificador en ambos casos es hacer que las personas  se conviertan en siervos de Jesucristo, presentándolos al Salvador.

El amor de Dios es extraordinario; es sobrenatural. A medida que los creyentes manifiesten este amor extraordinario, los pecadores serán atraídos a Cristo.

Si fallamos en demostrar el amor de Cristo al no permitir que el Espíritu manifieste su fruto con nosotros, seremos responsables de los que se pierdan porque no pudieron ver a Cristo en nuestra vida.

Como hijos del Padre celestial los cristianos deben amar  a sus enemigos (sus perseguidores) para ser hijos del Padre. Mateo  hace una comparación entre el amor del cristiano y el amor de Dios (Mt 5:45).  Jesús indicó que el amor de Dios verdaderamente es universal. Nuestro amor debe ser igual.

El asunto aquí no es la salvación. Jesús no quiso decir que el amor que una persona tiene por los demás lo salvará. El amor por los demás viene a ser una evidencia de una relación ya establecida con Dios (Jn 13:35).

Cuando el mundo ve a los cristianos amando a sus enemigos, es prueba de que verdaderamente son hijos de Dios. No basta con afirmar que somos hijos del Padre; nuestras obras deben demostrarlo versículos 46 y 47 enseñan que los cristianos deben separarse del mundo en cuanto a acciones y actitudes. Unirse al ambiente del mundo no traerá a otros a Cristo.

Jesús nos dio una meta cuando se refirió a la perfección en el versículo 48. No tenemos que ser perfectos en el sentido de ser omniscientes, omnipotentes y los demás atributos de Dios, más bien debemos procurar vivir dentro de sus normas de no pecar. Y el fundamento de esas normas es el amor divino. El amor que lo condujo a enviar a su Hijo a morir por los pecados del mundo fue un amor perfecto. Con la ayuda de Dios, ese mismo amor puede fluir en la vida de todos los creyentes.

Unánimes entre vosotros (v 16) es una conclusión adecuada para el versículo 15 “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran”. Identificarse con cualquier sufrimiento que la otra persona esté pasando es la mejor manera de convertirse en amigo de un enemigo,  es vencer el mal con el bien (v 21).

Ya sea que la gente lo trate  a uno bien o mal, si vive según este principio, le ayudará a tratar a los demás como Dios desea que lo haga.

Para vivir en paz con los demás, el creyente debe tener una vida ejemplar, debe mantener las normas de Dios. La responsabilidad de vivir en paz recae sobre el individuo. De modo que en cuanto dependa de vosotros estad en paz con todo el mundo, uno debe hacer los posible por procurar la paz.

Si el esfuerzo de buscar la paz falla, la culpa no debe ser del creyente.  Si el enemigo rehúsa aceptar la paz a pesar de nuestros esfuerzos el asunto debe ponerse en las manos de Dios. Tener dominio propio, que es fruto del Espíritu Santo obrando en nuestra vida, nos conduce a caminar por el camino de los pacificadores en vez del camino de la contienda.

Con la ayuda de Dios no tenemos que vengarnos de los que nos hacen daño. Tales asuntos deben dejarse en las manos de Dios. Él es quien mide la venganza y el juicio. Él es el juez de toda la tierra.

No sea vencido de lo malo, sino vence con el bien al mal. Dios te bendiga.

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