Oye Multitud – La Fe que vence al mundo

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Por: Dra. Claudia Hernández.

Lamentablemente, vivimos en un mundo corrompido por el pecado, en donde el sentido bíblico de las palabras y las normas de moralidad se han tergiversado enormemente. Y es así que, como seres humanos que somos, nos encontramos ante dos tipos de fe muy diferentes una de la otra.

La primera es la fe bíblica que es una fe basada en la confianza en un poder superior, en un agente externo, ajeno a nosotros mismos; es decir, la fe en Dios.

La segunda es la fe que se manifiesta cotidianamente en el mundo, fe en uno mismo, fe en un equipo de fútbol, fe en un político o en una persona, fe en que un número de lotería deseado va a salir, fe en que la bolsa de comercio va a subir, fe en que el país va a mejorar, fe en la foto de un cantante o de un ser humano muerto.

Y de esta fe salen frases tan utilizadas por la gente como ser: “si crees, puedes”, “sólo confía en ti mismo”, “todo es cuestión de pensar positivamente, no hay que tirar ondas negativas”, “todo va a salir bien, no pienses cosas negativas porque atraes lo malo”.

Por supuesto que no hace falta aclarar que estas frases no deberían existir en boca de un cristiano. No es malo pensar positivamente o tener una actitud positiva frente a la vida y a las circunstancias que nos tocan vivir. Como hijos de Dios la Biblia nos exhorta: “estad siempre gozosos”. Pero es muy diferente depositar nuestra confianza, ya sea en nosotros mismos, en otra persona, o hasta en un objeto, que depositarla en el Padre de las Luces de quien proviene toda sabiduría y bondad.

La Biblia denuncia también que es “maldito el hombre que confía en el hombre”. Nuestra actitud mental positiva tiene valor permanente sólo cuando resulta de un conocimiento del auténtico Dios (San Juan 17:3), de su verdad (San Juan 8:31-32) y del Espíritu Santo (San Juan 14: 16-17 y San Juan 16:7-8).

Y ¿qué es lo primero que nos muestra el Espíritu? Definitivamente algo muy negativo, pues nos dice que somos pecadores, injustos y que seremos juzgados tanto por nuestros actos como por nuestras decisiones. Estamos corrompidos y degradados por el pecado, tenemos una tendencia innata a hacer lo malo y “no hay justo ni aún uno”.

Sin embargo, y a pesar de no poder hallar la solución a nuestros problemas en nosotros mismos, Dios nos ha brindado en Jesucristo la posibilidad maravillosa de reconciliarnos con Él a través de lo que conocemos como el arrepentimiento.

. Salmos 139:23-24 “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame, y reconoce mis pensamientos. Mira si voy en mal camino, y guíame por el camino eterno.

Romanos 8:35, 38 y 39: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación o angustia? ¿Persecución o hambre? ¿Desnudez, peligro o espada? Por eso estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”.

El contraste entre el mundo que no ha querido conocer a Dios y el que sí lo conoce es abismal e imposible de compatibilizar; por tanto uno y otro engendran un tipo de fe distinta. En el caso de la fe bíblica, ésta es un don de Dios dado a sus hijos a través del Espíritu Santo, cuyo autor y consumador es Jesucristo y que es fortalecida mediante el estudio de la Palabra de Dios y la predicación de las Escrituras en nuestra propia vida. Esta conclusión nos permite pasar, de lo negativos que somos por naturaleza a lo positivos que podemos llegar a ser cuando entregamos nuestra voluntad pecaminosa y nuestro yo a los Pies de Jesucristo, y permitimos que su voluntad y sus planes se manifiesten en nuestra vida al abrirle el corazón, y dejar que el Espíritu Santo obre en nosotros tanto el querer como el hacer.

Al manifestar una completa fe y confianza en Dios venceremos al mundo aún cuando la prueba, la tentación, el sufrimiento, la soledad, la tristeza o la enfermedad se presenten delante de nosotros. “Porque sabemos que a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien, y esto es a los que conforme a su propósito han sido llamados” (Romanos 8:28).

Seguramente, tendremos muchas cosas que agradecer a Dios, y muchas otras de las cuales arrepentirnos. Ya no hay más tiempo, hoy es el tiempo de reconsagrar nuestras vidas al Todopoderoso porque Aquel que oye en lo secreto, te recompensará en público y borrará todos tus pecados confesados y nunca más los traerá a la memoria.

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