Dra. Claudia Hernandez
La coherencia de los cristianos es “indispensable también en la vida política”.
Para servir a la grande y noble causa del hombre y del bien común hoy en jaque por distintos factores.
Coincidimos con el apunte de los valores “forjados o profundizados de manera decisiva por la tradición cristiana en el mundo entero.
Por ejemplo, la centralidad de la persona y del respeto a los derechos humanos, el compromiso por la paz y la promoción de la justicia para todos “principios fundamentales que están relacionados entre si”.
Con todo la actividad de estos políticos “que se inspira en tales principios, se hace hoy más difícil todavía por el clima de profundos cambios que viven nuestras comunidades.
Por ejemplo, en el campo económico se “identifica el bien con el beneficio”; se dice que la razón humana es incapaz de captar la verdad y, por lo tanto, de perseguir el bien que corresponde a la dignidad de la persona”; se considera legítima “la eliminación de la vida humana en su fase prenatal o en la terminal”; y es preocupante la crisis de la familia, célula fundamental de la sociedad, fundada en el matrimonio indisoluble de un hombre y una mujer.
Pero la experiencia demuestra que cuando la verdad del hombre es ultrajada, cuando la familia se mina en sus fundamentos, la paz misma está amenazada, el derecho corre peligro de verse comprometido y, como consecuencia lógica, se va hacia injusticias y violencias.
En cuanto a la libertad religiosa, su garantía no solo jurídica, sino también en la práctica diaria.
Y es que la apertura a la trascendencia es garantía indispensable para la dignidad humana porque existen anhelos y exigencias del corazón de cada persona que sólo en Dios encuentran comprensión y respuesta.
No se puede por lo tanto excluir a Dios del horizonte del hombre y de la historia. He aquí por qué hay que acoger el deseo común y mostrar públicamente la propia identidad sin estar obligados a esconderla o minimizarla.
El respeto de la religión contribuye a desmentir el repetido reproche de haber olvidado a Dios, con el que algunas redes terrorista intentan justificar sus amenazas. Hay la necesidad de combatir este violento flagelo “siempre en el pleno respeto de las reglas morales y jurídicas”.
Trazado este panorama la coherencia de los cristianos es indispensable también en la vida política, para que la “sal” del compromiso apostólico no pierda su “sabor”, y la “luz de los ideales evangélicos no sea oscurecida en su acción cotidiana.
Exhortando a los políticos de inspiración cristiana, “a proseguir en el esfuerzo de servir el bien común, actuando para que no se difunda ni se refuercen ideologías que puedan oscurecer o confundir las conciencias y transmitir una ilusoria visión de la verdad y del bien”
