Haití es el país más pobre del Continente Americano.
La miseria haitiana llega a más del 90 por ciento de su población y se extiende a sus recursos naturales donde tiene menos de un uno por ciento de superficie boscosa.
En Haití no hay un sector industrial, los servicios como agua potable, teléfono, electricidad, educación, salud, registro civil y ordenamiento jurídico son casi inexistentes.
A pesar de Haití haberse independizado en 1804 del imperio francés, siendo el primer país de América Latina y el segundo después de Estados Unidos, es un estado fallido
En Haití miles de personas nacen crecen y mueren en las calles, ante el robo y el saqueo descarado de una clase oligarca que vive de espaldas a este drama humano.
Solamente en campamentos improvisados viven más de 100 mil personas, entre las ratas y la basura.
¡Qué drama humano más horrible y espantoso!
El abuso contra los haitianos es tan grosero e inmoral que ahora las autoridades haitianas le niegan el derecho a sus nacionales que viven en nuestro territorio en forma irregular a retornar a su país.
Esto ocurre ante la mirada indiferente de la comunidad internacional.
Un país como Haití que apuesta al desorden y la anarquía, pone en peligro nuestra estabilidad política, social y económica porque Michel Martelly y la clase que él representa no tienen nada que perder.
Los caminos que conducen al pináculo de la historia o al zafacón así como la repulsa, dependen de actitud de nuestros gobernantes en circunstancias como estas en que la esencia misma de una nación está en juego.
Teleradio América, quien desde el primer momento ha salido al frente a esta campaña contra nuestro país, confía en el buen juicio y la sabia dirección del presidente Danilo Medina en procura de defender nuestra identidad como país libre y soberano.
Equivocarnos con Haití y ceder a sus pretensiones es apostar al caos y la irracionalidad, es como dijera un zorro de la política “un salto al vacío.
Ponemos punto final a este editorial con una frase lapidaria y que debe servir a quienes hoy nos dirigen, los hombres de estado son como los cirujanos, sus errores son mortales.
