La Inmigración y la tontería

Alguien dijo alguna vez que a Dios, parece se le había olvidado algo. La frase inmediatamente conjeturaba que: Dios parece haberle puesto limites a todo, menos a la tontería.

Y, personalmente, pienso que eso es precisamente lo que le está carcomiendo el alma a los Estados Unidos de América: un alelamiento socio-político y cultural, del cual le será muy difícil sacudirse a la gran nación del norte.

La noción primigenia, presente en la fundación de esta joven Republica, de que su nacimiento le abriría las puertas a los cansados, olvidados y destituidos de todas partes, le ha venido a clavar un cuchillo a las aspiraciones de generosidad y solidaridad humana, embebidas en los mismos comienzos de la Patria de Washington, Lincoln y Jefferson.

Yo procedo de una nación amiga de los Estados Unidos. Nací en San Pedro de Macorís—cuna indiscutible de grandes beisbolistas.

Muchos de los equipos de las Grandes Ligas de los Estados Unidos, operan en esa ciudad oriental de la Republica Dominicana, centros de formación y entrenamiento deportivo, enfocados principalmente a la formación de una gran cantidad de jóvenes prospectos que desean probar su suerte en el deporte de los bates y las pelotas.

El personal de muchos de esos centros, está formado por entrenadores norteamericanos, y de otras nacionalidades, quienes refinan las habilidades de los muchos adolecentes que se enlistan para los entrenamientos. La gran mayoría de esos entrenadores son de habla anglosajona.

Muchos de ellos han aprendido algo de español, lo suficiente como para permitirles balbucear una que otras palabras, y  dejarse así entender a la hora de pedir una cerveza, o un motoconcho.

Sin embargo, y según estoy informado, a ninguno de esos entrenadores se les ha ocurrido alguna vez, organizar alguna protesta pública, pidiendo a las autoridades del gobierno local que se les facilite el poder escuchar una emisora en Español que transmita las 24 horas del día para ellos.

Ninguno de esos entrenadores ha ido al parque del pueblo—o Sócalo, como se le conoce en algunos países—para demandar públicamente que no se discrimine contra ellos; ninguno ha traído a sus hijos con ellos, con la esperanza de que el gobierno dominicano les proporcione algún tipo de asistencia económica, mientras ellos permanecen en el país en sus tareas de entrenamientos.

Aun no hemos recibido información alguna que me haga pensar que alguno de esos entrenadores esté demandando que sus hijos sean educados en el idioma Inglés—aunque ellos estén residiendo en un país en donde el Español es la lengua oficial y materna.

Démosle vuelta al caso presentado, y ahora imaginemos que todos los entrenadores son inmigrantes; que todos ellos hablan Español; que cada uno de ellos tiene varios hijos; que varios de ellos, residen en el los Estados Unidos, mientras trabajan para esta o aquella compañía.

Ahora hágase de cuenta que todos esos entrenadores de pronto comiencen a demandar las mismas cosas ya mencionadas más arriba, y que el gobierno de los Estados Unidos de América, bajo presiones políticas y sometiéndose a los interese económicos de un sector en el país, ahora ha complacido todas esas demandas.

Solo que en este caso hipotético, los entrenadores no sólo reciben lo demandado, sino que los mismos quieren también controlar la manera en que los Estados Unidos ejecuta su política de inmigración. Ahora bien, nos preguntamos: ¿Seria eso posible en Hungría, Corea del Norte, México, Colombia, Venezuela, o en cualquiera otro país?

Cualquiera sea la respuesta a la que usted arribe al responder esta pregunta, esa será, precisamente, la mejor explicación de todo lo que anda mal con la gran nación yanqui.

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