Solo el 15% de los niños africanos con malaria recibe tratamiento adecuado

QUIQUE BASSAT
QUIQUE BASSAT

Editor Yasmel Bueno

Madrid (EFE).- A propósito del día Mundial de la Malaria, el pediatra e investigador, Quique Bassat quien conoce en primera línea la lacra de la malaria, enfermedad parasitaria que concentra en África el 90 por ciento de las muertes en el mundo, dos tercios en menores de 5 años, advirtió que “Tan solo el 15% de los niños africanos reciben el tratamiento adecuado, esa es la principal brecha de necesidad”.

Y lo sabe bien porque lo ha visto en el Centro de Investigación en Salud de Manhiça, en Mozambique, donde durante años ha ejercido su especialidad desde la trinchera y ha participado en ese país en los ensayos clínicos de la vacuna RTS,S (de GlaxoSmithKline), la primera y única actualmente registrada contra un parásito.

Bassat, uno de los diez jóvenes sobresalientes del mundo en innovación médica en 2012 por la Joven Cámara Internacional, ha formado parte del equipo del investigador Pedro Alonso en el Instituto de Salud Global de Barcelona y en Manhiça. Alonso, su “mentor”, dirige actualmente el Programa Mundial de Malaria de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

“En África -explica Bassat- los casos de malaria potencialmente mortales están muy concentrados en los primeros años de vida, algo que no ocurre en el resto del mundo. Y el principal problema en este continente es que si vives en una zona donde acceder a cualquier sistema de salud es complejo, difícilmente puedes acceder a un tratamiento que te va a salvar la vida”.

Por eso el 85% de los niños con malaria (también llamada paludismo) todavía no reciben el tratamiento antimalárico que les permita seguir viviendo. “Deberíamos mejorar nuestra capacidad para establecer contacto con la población y hacerles llegar el tratamiento”, asegura el pediatra.

Esa intención de mejorar se extiende también a la prevención. “Aunque hemos avanzado mucho, sigue habiendo muchas muertes por malaria”, apunta Bassat, quien recuerda que más del 50% de los africanos, según datos de la OMS, duerme protegido con una red mosquitera impregnada de insecticida, “la herramienta de prevención actual más efectiva” frente a la picadura del mosquito Anopheles, transmisor del parásito.

La vacuna RTSS se perfila como otra de las armas contra la malaria, aunque todavía “sea una vacuna imperfecta” ya que su nivel de protección se sitúa entre el 30 y el 50% frente a las vacunas habituales en la infancia, cuya protección supera el 90%. “Pero estos porcentajes de protección traducidos en número de muertes que se pueden prevenir es altamente satisfactorio”, comenta el especialista.

Es la única vacuna registrada contra un parásito que ha pasado todas las pruebas y ha demostrado eficacia. Por eso ha recibido la autorización de la Agencia Europea del Medicamento y el pronunciamiento favorable de la OMS. “No hay ninguna otra que esté ni remotamente cerca de ella”, asegura Bassat.

“La realidad -explica- es que producir una vacuna frente a un parásito es mucho más complicado que hacerlo contra un virus o una bacteria y la prueba es que hasta el día del hoy no existía ninguna vacuna para un parásito humano en la historia de la Humanidad”.

La OMS ha pedido que se realice una evaluación de la eficacia de la vacuna a gran escala, en tres o cuatro países africanos donde poner en marcha un programa de implementación.

“Estamos contentos -apunta- con tener un arma más contra la malaria, pero sin olvidar todos los métodos de prevención y tratamiento que estamos empleando y es una buena noticia de cara a cumplir los ambiciosos objetivos de la OMS”, que persigue reducir la mortalidad por malaria en un 90% en todo el mundo para el año 2030.

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Mosquito responsable de transmitir los parásitos que causan la malaria. EFE/STEPHEN MORRISON

Con una vida a caballo entre Barcelona y Mozambique, este médico barcelonés de 41 años está centrado ahora en ensayos clínicos que testen nuevas moléculas y formulaciones de fármacos contra la malaria que sustituyan a las actuales ya que van perdiendo eficacia por las resistencias que crea el parásito Plasmodium.

Hasta hace quince años, la cloroquina era el principal principio activo contra la malaria, pero el parásito consiguió hacerle frente. Ahora son los fármacos basados en la artemisinina, una planta medicinal, los que están en primera línea en todo el mundo.

“Pero en los últimos años ha habido evidencia, muy sólida, de que en 4 o 5 países del sudeste asiático los derivados de la artemisinina han empezado a desarrollar resistencias, un motivo de alarma ante la posibilidad de que nos quedemos sin fármacos frente a la malaria”, señala el investigador.

Pero aunque todavía no se ha llegado a esa situación, los esfuerzos se dirigen a desarrollar nuevas moléculas que tengan un funcionamiento distinto a las artemisininas y se conviertan en una alternativa. “Ya hemos probado varias moléculas pero el proceso de desarrollo clínico de cualquier nuevo fármaco es largo y caro y tiene que ser evaluado siguiendo un sistema muy estricto”.

No todo ha sido investigación. Como pediatra ha tenido que enfrentarse a la dureza de la malaria en Mozambique. “En África ves la utilidad de lo que haces y su impacto es inmediato en pacientes graves con enfermedades potencialmente mortales. Mucho más que si trabajas en las urgencias de un hospital pediátrico de Barcelona donde el 99% no son urgencias, sino más bien consejos a padres angustiados y tratamientos de enfermedades relativamente benignas”.

A pesar de que la malaria golpea especialmente a los niños africanos, “en Mozambique hemos visto caer las tasas de mortalidad infantil, pero sigue habiendo grandes desafíos por la complejidad de acceder a la salud, porque muchos llegan con la enfermedad avanzada y por otros factores de confusión, como la epidemia del VIH que está cambiando la epidemiología de las infecciones en África”, indica.

Mientras en África quedan todavía muchos escalones que subir para controlar la malaria, la OMS ha declarado libre de transmisión la región europea tras reducirse los casos autóctonos de 90.712 en 1995 a cero en 2015.

 

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