Nunca antes como ahora he sentido la necesidad de protestar y limpiar.
Protesta por los fraudes históricos y limpieza para prohijar un estadio donde sean rémora del pasado.
Limpiar y expiar nuestros pecados institucionales y sociales. Jamás hizo más falta un verdadero liderazgo opositor. No un comerciante o empresario que ve sus intereses económicos previos a cualquier opción, que piensa que tiene mucho que perder y por eso el tigueraje, la cáfila campea por sus fueros.
Recuerdo que por menos cortaron en dos años el período del Dr. Joaquín Balaguer. El PLD está en deuda eterna con la nación. El mal sabor de boca de actos vandálico, de acciones deleznables, de un fraude colosal orquestado y trabajado por años no se soporta. Los hijos dañados nacidos de un ya viejo profesor Juan Bosch.
Nadie puede llamarse indiferente a lo ocurrido, los que perdieron saben cómo se marchitó su esperanza y los que ganaron conocen el precio de vender sus almas para obtener curules y puestos.
Nadie puede decir de elecciones limpias y diáfanas. Todos fuimos o partes o testigos de excepción de este escamoteo descomunal. Y la petulancia no cesa. Se disparan los dardos venenosos. A los cuestionamientos se les llama pataleo. Somos sinvergüenzas. Que bajo caemos todos.
Nunca hubo más necesidad de protesta. Nunca más necesidad de un nuevo certamen con reglas de juego más claras y correctivos.
Nuestras fuerzas armadas fueron cómplices, pero eso puede ser subsanado ahondando en su apoliticidad, nuestra JCE fue cómplice e irresponsable. Y los políticos de gobierno emularon los más bajos principios maléficos de Trujillo y el Balaguer doceañero. Cuánta vergüenza dan los sinvergüenzas.
