Los tiempos de Justiniano

Valentin Medrano
Valentin Medrano

Por: Valentín Medrano Peña

Así me lo expresaron…

Se atribuye al gran orador Romano Marco Tulio Cicerón la lapidaria frase: “Los Pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla”.

Si lo así afirmado es cierto, agradezco que de entre todos los personajes de la historia dominicana el más conocido y escrito sea el sátrapa Rafael Leónidas Trujillo. Quizá así y sólo así tantos intentos de emular sus acciones resulten en infructuosos.

Sin embargo, en la lucha de poderes en la República de Duarte se recrean casi al dedillo algunos de los paisajes más trascendentes de la historia, tal vez por no estar en los pensum de estudio de historia de nuestro sistema educativo de forma detallada.

La Constitución dominicana del año 2010 trajo grandes cambios en la estructuración de los poderes públicos y ordenó la cocción de nuevas leyes, a los fines de tener una ordenanza legal acorde con los nuevos tiempos constitucionales.

Uno de los órganos creados por nuestra Constitución es el Consejo Superior del Poder Judicial, que por mandato constitucional está presidido por el también presidente de la Suprema Corte de Justicia, funciones que en la actualidad recaen sobre un abogado que ganó gran prestigio en el ejercicio del derecho como litigante y como funcionario público, el Dr. Mariano Germán Mejía, quien a pesar de su espectacular curriculum, carece en lo absoluto de experiencia en el ámbito judicial, pero quien conserva la suficiente petulancia como para imponerse ante sus pares del Consejo del Poder Judicial, personas absolutamente pusilánimes electos por sus pares, que a poco de su elección lloran con lágrimas de sangre el error vertido en el ánfora de votaciones.

La función administrativa conferida al Consejo del Poder Judicial, se reduce a la voluntad del presidente de ese cuerpo, órgano este que nació con una desdicha tal que no pudo terminar íntegramente su primera conformación, ya que uno de sus integrantes salió en directo del Consejo a la Cárcel, y en la actual entrega, la persecución de jueces, la violación flagrante al principio de independencia, es decir, a la Constitución de la República que manda a que las decisiones judiciales sean independientes e imparciales, han llevado al Poder Judicial, a causa de este Consejo, al peor momento de su historia, observando los más bajos índices de credibilidad y el mayor nivel de temor a evacuar decisiones justas,  muy a pesar de unas hordas o purgas inquisitorias que dicen procuran sanear el cuerpo decisorial dominicano.

En sus gestas, reitero, los cabecillas de este ajusticiamiento moral de jueces, invocan los ideales más nobles de “saneamiento de la justicia”, lo que hace recordar lo dicho por el Gran Poeta uruguayo Eduardo Galeano cuando establecía que: –“Las guerras mienten, ninguna guerra tiene la honestidad de confesar ¡yo mato para robar!, las guerras siempre invocan nobles motivos, matan en nombre de la paz, en nombre de Dios, de la Civilización, del Progreso o de la Democracia”–.

Lo cierto es que la movilidad que se observa a lo interno del Poder Judicial dominicano, responde a otros intereses muy distantes al ideario manifiesto, pues responden a una procura de situarse potencialmente un grupo de poder interno, que requiere expandirse y empoderarse.

El anterior intento fallido de Consejo del Poder Judicial que funcionó mínimamente bien en tiempos de Subero, hizo aflorar la existencia de tendencias en el tren judicial. Los consejeros procuraron empoderar a sus adláteres, a sus acólitos, a los compañeros que les apoyaron en la campaña interna, el Poder Judicial copió lo peor de los partidos políticos. En tanto que los nuevos empoderados y enseñoreados consejeros eran objetos de todo tipo de lobbísmos, escarceos, suplicas y procuras de sus dirigidos en pos de ascender o permanecer en la gracia divina. El poder obtenido fue tal que se especula que desde ese cuerpo se dirigieron decisiones en procesos importantes del país con la correspondiente afectación del buen nombre de ese órgano.

Con la llegada de los nuevos consejeros y la ocupación de puestos de interés en manos de ascendidos por las anteriores deidades, se urde un plan para despojar de su condición a los así favorecidos y procurarles puestos a quienes les apoyaron y están comprometidos con ellos, sólo que existe un escollo casi insalvable para estas acciones, y es que en el Consejo del Poder Judicial nada ocurre sin la anuencia del Dios Presidente, quien tiene su propia agenda y grupo de edecanes y antemurales con sus propios intereses, dentro de quienes sobresale el romano Justiniano.

Durante el reinado del ambicioso Justiniano (527 a 565, D.C.) este buscó revivir la antigua grandeza del Imperio Romano clásico; diría Galeano, robarse unos territorios más; logrando reconquistar gran parte de los territorios perdidos, sin embargo, algo que parece una copia al calco de nuestra realidad actual, acontece días antes de la conversión de Justiniano en Emperador. Según recoge la historia, los años previos a este reinado, que incluyó la matanza de 30 mil ciudadanos desarmados en el Hipódromo, ¡he ahí su crueldad!, ¿Se atreve alguien a justificar esta masacre?, Justiniano representó el poder tras del trono (gobernante de facto) de su tío Justino I, a causa de una demencia senil (quizá la enfermedad de Alzheimer en esa época desconocida) que sufría el Emperador, siendo por igual coincidente que uno de sus más sobresalientes legados lo sea la compilación del Derecho Romano en la obra Corpus Juris Civilis, es decir el Derecho Civil.

Unos 500 años antes del nacimiento de Justiniano, los Romanos ahora venidos a cristianos, crucificaron a Jesús el Cristo, sus hordas actuales sacrificaron a Cristo duplicado. Medio Siglo después fue muerto y martirizado en tiempos del Romano Nerón, el Apóstol de los gentiles Saulo, luego venido a Pablo, quizá el Garrido que querrá borrar. El ocaso de la era justiniana inició con la denominada “Plaga de Justiniano”, una peste que asoló al reino con miles de muertes. Ojalá no encuentre igual en estos tiempos.

Lo cierto es, que estas coincidencias históricas parecen un cuento con resultado forzado a causa de las grandes similitudes, pero en estos tiempos de injustificable retroceso en materia judicial se pretende justificar la hoguera para unos 30 sacrificables más, ah! ¿no les había dicho que hay un listado de personas que deben ser sacados del sistema? Si, es así, se necesitan esos puestos, lo que unido a unos manejos turbios en los traslados de jueces para ubicar a los adláteres los consejeros y del nuevo Justiniano, para lo cual se propicia la persecución de jueces, fiscales, abogados, personal administrativo y todo el que no entienda que se debe oler donde se guisa, y saber quién cocina en la actualidad, pero como siempre, pretendiendo que creamos que todo ello se hace con la única finalidad de sanear al Poder Judicial.

El mejor ejemplo de todo ello lo es la arbitraria suspensión de tres jueces de Santo Domingo, Manuel del Socorro Pérez, un devoto, prudente, correcto, decente y honorable juez, de una aquilatada carrera, pero con una posición deseable, nada más y nada menos que, Presidente de la Jurisdicción Penal, puesto logrado peldaño a peldaño, con sudor y laboriosidad, pero quien no es del “grupito” de poder actual, los otros dos jueces sólo son arrastrados por excusas baratas.  Saulo Isabel y Rosaly Yovianka Brito, jueces probos, inteligentes y honorables, que ofertaron una decisión justificada, ya que no hay jurídicamente afectación en la decisión que asumieron de un proceso apelado por todas las partes en conflicto, pues los imputados en el proceso siguen en la situación previa a su juicio de fondo, y nada justifica que un juez sea molestado por el hecho de ordenar un juicio nuevo, de ofertar una decisión jurisdiccional, que ha sostenido la jurisprudencia, no es objeto de juicio disciplinario ni sanción, y que además está bien fundamentada.

Estas iniquidades y abusos, nos retrotraen a tiempos presuntamente superados, a males que aspirábamos inexistentes. Yo de mi parte evitaré ir al Hipódromo, aun cuando de soslayo todos podemos ser víctimas de los tiempos de Justiniano.

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