Derecho a la abstención

Manuel Hernández Villeta
Manuel Hernández Villeta

Por Manuel Hernández Villeta

La abstención electoral es un derecho fundamental de todo ciudadano. No puede haber obligatoriedad para que usted  tire su voto en una urna. Si lo desea se puede quedar en casa comiendo y bailando, es su libre albedrío y una forma de tomar postura política un día de elecciones.

Si a un ciudadano no le convence ninguno de los candidatos que se presentan en unas elecciones, tiene todo el derecho del mundo a no pasar por un colegio electoral. Por eso no se le puede meter preso. Es más,  en las elecciones de los países desarrollados se toma en cuenta la abstención electoral, en relación con el que ganó los comicios.

Cuando un ciudadano decide no votar es porque no le convencen los candidatos y está cansado de ese rejuego de facilitar a unos pocos alcanzar posiciones para su provecho personal. ¿Por qué un ciudadano deja de votar?, esa debe ser una de las preguntas básicas en un torneo electoral.

Ahora que ya se terminó con la guerra de las ideologías, a las elecciones van representantes del sistema con matices diferentes, pero con el mismo lenguaje. Se ha visto en todas las elecciones desde el ajusticiamiento de Trujillo que en las elecciones un puñado obtiene ventajas económicas, y la mayoría sigue igual, en la miseria y el abandono.

Nadie me puede obligar a que me levante temprano el día de las elecciones y vote por un candidato, porque así lo exige la ley. Tienen que dejarme el terreno libre para que de acuerdo a mi conciencia vote o no vote. Se estrangularía mi derecho a la libertad y la expresión democrática que se me multe porque no vote.

Cualquier proyecto de ley que busque penalizar a los que no voten en las elecciones tiene que ser tirado al zafacón. Solo proponerlo es una afrenta en una sociedad amorfa que ha logrado dar pasos suaves hacia la convivencia no civilizada, pero si con un poco de  tolerancia: Ese pequeño paso  se ha logrado con  muchos sacrificios incluyendo sangre y muertes.

En el gobierno de los doce años del doctor Joaquín Balaguer miles de dominicanos se abstenían de votar, por considerar que sus sentimientos y deseos no se tomarían en cuenta. La represión era brutal y todo ciudadano con una cédula que no tenía claro lo del voto iba preso, despedido del trabajo o simplemente asediado por fuerzas de seguridad.

El voto en la mayoría de las  veces no es una expresión de conciencia, sino un  efecto colateral de la práctica de que hay que votar porque es un deber cívico. No, el verdadero deber cívico es actuar de acuerdo con su pensamiento y sus ideas, si quiere, vote, y si no, se queda en su casa y se olvida de los colegios electorales.

La democracia dominicana todavía no tiene columnas, porque se están fabricando. Es una obligación de todos ir fortaleciendo el respeto al derecho de los demás, como lo dijo Don Benito Juárez: el respeto al derecho ajeno es la paz. Para que la democracia florezca hay que mantener  el derecho de cada quien a emitir  su opinión de conciencia. Cuando se calla al juglar que todos llevamos dentro, se enseñorea el autoritarismo. ¡Ay!, se me acabó la tinta.

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