La posverdad de la deuda pública

Haivanjoe NG Cortiñas
Haivanjoe NG Cortiñas

Por Haivanjoe NG Cortiñas

El diccionario de Oxford desde hace un tiempo viene eligiendo la palabra del año.  En 2013 con Selfie, en 2014 con Vaporear; sin embargo, no siempre ha sido así, también le ha correspondido a una imagen, justo como aconteció en 2015, cuando seleccionó al emoji que representa una “cara con lágrimas de alegría”; luego, la más reciente, en 2016 le correspondió a la palabra Posverdad, dado el incremento significativo de su uso, fundamentó el referido diccionario.

Aunque oficialmente la Real Academia de la Lengua Española no ha explicado a la Posverdad, su Director, Darío Villanueva, adelantó que para la edición de 2017 su definición podría ser: “las aseveraciones dejan de basarse en hechos objetivos, para apelar a las emociones, creencias o deseos del público”, o de otra forma, es como decir lo que el público quiere escuchar, independientemente si la evidencia lo soporta.

Partiendo de la indicada conceptualización, se tiene que la posverdad es una forma de esconder la verdad, de devaluarla, de ponerla al revés, como ciertamente se ha dicho, recurriendo para ello a la predisposición, a la pérdida de confianza y a la caracterización del hombre light, donde auscultar resulta extraño al momento de formarse una valoración o juicio acerca de determinados acontecimientos, hechos o comportamientos; en definitiva, es el intento de hacer prevalecer la mentira, como verdad.

Entonces, trasladando el término al tema de la deuda pública dominicana, como posverdad, la que asegura y ha logrado casi una axioma en la opinión colectiva e individual, en cuanto a que los gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) son los que más han endeudado al país en toda su historia, aprovechando para ello coyunturas que favorecen promover políticamente esa afirmación.

Para lograr esa posverdad se han auxiliado de la predisposición ciudadana, que tiende a rechazar al endeudamiento porque lo considera una expresión del aumento del gasto público, del déficit fiscal, de la corrupción, entre otros, sin que medien los argumentos de que todos los países se endeudan, que el financiamiento complementario es positivo, que el costo de la inversión debe ser redistribuido en el tiempo, tal y como acontece con los beneficios que generan las obras de infraestructuras a más de una generación, o que el ahorro doméstico en insuficiente, etc.

El escenario ideal para que crezca la posverdad es la inconformidad, el descontento y las necesidades acumuladas insatisfechas en la sociedad, la que asistida por la gran proliferación de medios alternativos no tradicionales de comunicación, con poco o nulo filtro de calidad informativa, logra potencializarla hasta “convertirla” en axioma.

Aunque es cierto desde el punto de vista del valor absoluto, que la deuda pública del país es mayor que en el pasado y que, incluso, como porcentaje del PIB se ha elevado en los últimos tiempos; pero de ahí a afirmar que el indicador en la actualidad es el más alto de la historia económica hay mucha distancia.

Al ofrecerse el dato de la deuda del sector público no financiero a junio de 2017, que alcanza el 39.1% del PIB, como alta e insostenible y, simultáneamente también indicar que en 2004 el PLD la recibió en 28.4%, es con la deliberada intención de construir la posverdad de la deuda, aquella que justamente devalúa la verdad no sustentada en los datos reales.

Cuando lo correcto es que de 1970 hasta 2017, lapso en el que han transcurrido 47 años, casi medio siglo, durante ese periodo, no solo un año; sino en siete, la deuda pública como porcentaje del PIB ha sido superior a la de junio de 2017, incluyendo a dos que lo duplican, estos son el 1987 y 1990, cuando la deuda se situó en 83.0% y 83.6%, respectivamente, luego en los años 1985-86-88-89 y 91, la deuda pública se movió en el rango de 47.7% y 76.9%, todas muy superior a las registradas en las administraciones de los gobiernos del PLD.

Retorcer datos o emitir juicios como verdad al revés, es manipular, con la intención de persuadir sin real base de sustentación y así construir una verdad pública, la que a su vez forma una verdad particular o privada, que para el caso objeto de este artículo he querido mostrar cómo la posverdad de la deuda pública dominicana, misma que no es una verdad indisputable, no decirlo es sumarse al éxito de la posverdad sobre la derrota de la verdad.

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