¡Buscando sentido en lo absurdo!

Victor Ubieras
Victor Ubieras

Por Victor Ubiera

“Do not let your hearts be troubled… Trust in God, trust also in me…” (NIV) –“No se turben vuestros corazones, crean en Dios, crean también en mí,” (RV) dice el Señor Jesús.

En nuestro servicio de comunión del pasado domingo meditábamos, en ocasión del Día Mundial de Comunión, sobre los diversos significados de la palabra “comunión,” tratando de encontrarle sentido al término en un mundo convulso y que sin lugar a dudas anda muy mal. Las respuestas, no obstante a lo muy conocida que es esa palabra, no fueron fáciles.

Nuestras dudas, o temores con respecto a la aplicación del concepto “comunión,” a menos de 24 horas de expresadas, no se hicieron esperar. Una persona, obviamente “atormentada” (troubled) le quitó la vida a más de 50 individuos de ambos sexos en la ciudad de Las Vegas, Nevada. Más de quinientos otros resultaron heridos como resultado de la masacre.

¿Qué pasa en nuestro mundo? ¿Qué les pasa a las gentes que lo habitamos? ¿Nos hemos vuelto locos? ¿Sufrimos a caso de una locura colectiva?

Muchos, buscando una explicación a lo absurdo, no tardarán en buscar culpables directos e indirectos de una tragedia que a todos nos compete por igual, y de la cual todos somos responsables de una forma u otra, al fin y al cabo. Muchos no tardarán en culpar a las armas de fuego. Otros no tardarán en excusar al criminal porque mató a gentes que disfrutaban de un concierto de música “country.” Y, “You know, no eran más que blanquitos a los que es tiempo de pasarles facturas.” Otros dirán, “Eran blancos, so, eran Republicanos, no importa pues. Al fin y al cabo, eran seguidores de Trump.” Muchas otras vacuencias se han de escuchar, afirmándose cosas por el estilo.

Muchos evadimos nuestra cuota de responsabilidad pensando o afirmando que, “No soy de aquí, ni soy de allá.  –Solo espero el día cuando diga a este mundo, “bye and bye,” me voy al cielo.” ¡Qué lindo!

La Palabra profética afirma que, “Todos nos hemos descarriado como ovejas.”  Somos una multitud a la que Jesús contempla en compasión, una vez más, con sus polvorientos pies, desde el patio del templo de Jerusalen, exclamando, “Andan como ovejas sin pastor.” Y llora sobre la ciudad.

Fue ese mismo Jesús, quien horas después de llorar sobre la ciudad santa, quien nos dice, a los que andamos tirando piedras a diestra y siniestra, “No  den riendas sueltas a sus corazones, no les dejen alborotarse. Confíen en Dios, confíen también en mí…” Bueno, Jesús nos está diciendo que hay esperanza, aún cuando la noche parece más oscura. Y de verdad que, por lo visto, la noche que nos toca vivir no puede ser más oscura. Las Vegas, Nevada, no  nos deja mentir.

Mis amigos, no busquemos respuestas donde no las hay; no busquemos justificación a lo injustificable. El problema no es de Trump, ni de Republicanos, ni Demócratas; tampoco es de Nancy Pelosi, ni tuyo ni mío es de todos. Todos sin excepción un día decidimos sacar a Dios de nuestros corazones, y amamos más las tinieblas que la luz. Un día escogimos dejar que  Baco, críe a nuestros hijos, dejándolos sin corazón, siendo ellos no más que Frankensteins, deambulando por nuestras calles, buscando matar a sus propios amos. Un día dejamos que las computadoras, y el internet, y los juegos electrónicos entretengan a nuestra prole para nosotros salir a trabajar. Hay que trabajar más y más duro, para hacer más dinero, corriendo la carrera de ratas, sin nunca parar. Hay que comprarles más cosas a nuestros hijos, en vez de contarles cuentos de cuna, y en vez de rezar con ellos el Padre Nuestro al levantarse y al acostarse.

Como se ve, no hay que ir muy lejos a buscar la razón de la locura que hoy nos mata a todos por igual, sin discriminar judíos ni gentiles, blancos ni negros, hispano o asiáticos, árabes o indues.  Todos padecemos de un corazón que clama a grito porque le devuelvan a Dios, para que él ocupe el lugar que le corresponde. Entonces el problema no es escacés de leyes, ni de armas de fuego, ni de la derecha ni la izquierda política. El problema es el hombre, y está en el hombre de hoy. No vayamos más lejos.

“No permitan que sus corazones corran envolatados, turbados por doquier. Crean en Dios, crean también en mí,” dice Jesús… “Y encontrarán paz para sus almas… Vengan a mí los que están tristes, abatidos, canzados, y yo les daré descanso.”

 

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