Uno de cada 12 niños tratados con más de un medicamento puede sufrir una interacción farmacológica peligrosa, según un nuevo estudio.
En Estados Unidos, uno de cada cinco niños utiliza por lo menos un fármaco recetado y uno de cada 13, más de uno, de acuerdo con la investigación publicada en la revista Pediatrics.
Las adolescentes son las más expuestas a esas reacciones adversas, incluida una enfermedad cardíaca potencialmente fatal. De hecho, una de cada cinco pacientes tratadas con múltiples fármacos tenía riesgo de padecer una interacción farmacológica grave.
“Hoy, los efectos adversos farmacológicos son la principal causa de lesiones y muerte en los niños y los adolescentes”, dijo la autora principal, Dima Qato, de la Facultad de Farmacia de University of Illinois, Chicago.
“Los padres tienen que preguntarle al farmacéutico o al pediatra sobre los efectos adversos y las interacciones que podrían estar asociadas con los medicamentos que usan sus hijos. Los médicos también tienen que conocer y preguntarles a sus pacientes y los padres sobre las terapias que usan”, agregó.
Con su equipo, Qato analizó los tratamientos farmacológicos de 23.179 niños y adolescentes que participaban de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (NHANES, por su nombre en inglés). El 19,8 por ciento habían utilizado por lo menos un fármaco el último mes: el 13,9 por ciento lo hacía de manera prolongada y el 7,1 por ciento, durante un período más corto.
El uso aumentaba con la edad, del 14,7 por ciento en los menores de 5 años hasta el 22,8 por ciento en el grupo de entre 13 y 19 años. El uso en el corto plazo era más común en los más pequeños.
Los fármacos más utilizados eran los agentes respiratorios, en general para controlar el asma, y los psiquiátricos, como estimulantes y antidepresivos.
La mayoría de las interacciones farmacológicas potenciales se referían a los antidepresivos. La más común era la prolongación del segmento QT, una arritmia que puede causar la muerte súbita en niños sanos.
El estudio, según aclaran los autores, no analizó si los niños habían sufrido efectivamente esas interacciones. Sólo estimó cuántos estaban expuestos al riesgo de que eso sucediera.
