Yahoo.- La anorexia y la bulimia nerviosa constituyen una epidemia que atenta principalmente contra la salud física y emocional de muchos niños y jóvenes. Las presiones socio-culturales inducen a un sobrecontrol del peso y a una distorsión de la imagen corporal.
El proceso natural de comer puede alterarse por causas físicas, genéticas, psicológicas, familiares, culturales y sociales, anticipando la aparición de los trastornos alimentarios (DE). Los más conocidos son la anorexia nerviosa, la bulimia y los atracones de comida.
Cuando no nos aprobamos
La baja autoestima se considera, junto con otros, uno de los factores de riesgo para el desarrollo de estos trastornos, según un estudio del Hospital Universitario de Psiquiatría Infanta Leonor, en España y publicado en European Pshychiatry.
Los expertos españoles analizaron a 500 jóvenes que cursaban la secundaria y a los que se les examinó la autoestima (medida en una escala de valores llamada Rosenberg) y la compararon con otra tabla de riesgo de trastornos alimentarios. Así comprobaron que un puntaje de autoestima bajo, aumentaba significativamente la probabilidad de tener un trastorno alimentario.
Quererse poco o tener baja autoestima no es el único pero sí un factor importante en el desarrollo de los trastornos alimentarios. Además de éste, la Asociación Americana de Psicología (APA) informa que el abuso o el trauma en el pasado, el acoso escolar, las malas relaciones con los padres, el trastorno límite de la personalidad, el abuso de sustancias, el trastorno de autolesión (NSSI), una personalidad perfeccionista, dificultad para comunicar emociones negativas y resolver conflictos, más la genética, son conocidos desencadenantes que contribuyen al desarrollo de un trastorno alimentario.
Autoestima y distorsiones de la propia imagen
La autoestima y la imagen corporal son factores de riesgo estrechamente relacionados con el desarrollo de un trastorno alimentario. La primera representa la percepción que una persona tiene de sus facultades internas y externas como un todo, un sentido que incluye la integridad. La imagen corporal, por otro lado, es la percepción de la apariencia física.
La autoestima sería la relación positiva entre la percepción de uno mismo y su propio ideal, aquello que la persona valora, lo que le gusta de quién es en función de su ideal. Cuando el sentido de valía personal es escaso, se considera que la autoestima es baja; eso sucede cuando no nos gustamos o no nos damos “el visto bueno”, expresan las autoras del libro Sabrosa Mente, la Dra. María Inés Nin Márquez y la Psicóloga María Laura Santellán, de Argentina.
Para las especialistas en tratar a personas con trastornos alimentarios, “los ideales de belleza nos imponen deberes y obligaciones con nosotros mismos que, lejos de potenciarnos, nos abruman y desmoralizan. Para lograr el bienestar personal, debemos tener una mirada más equilibrada de quiénes somos”. En síntesis, aceptarnos como somos y querernos, proponen.
- Casos impactantes de obsesión con el peso
“Si tenemos una autoestima baja, no tendremos una imagen real de nuestro propio cuerpo, y seremos propensos a caer en la bulimia, la anorexia o padecer de atracones de comida. La autoestima baja se manifiesta como una voz crítica que crea y alimenta las percepciones de una imagen corporal deficiente: conduce naturalmente a una idea negativa de la apariencia física de uno. La imagen corporal distorsionada de una persona se reconcilia sólo cuando se corrigen los problemas de baja autoestima” señala laEating Disorders Victoria, del gobierno de Australia, que ayuda a resolver problemas de trastornos alimentarios.
Muchas veces, la autoestima baja lleva a la búsqueda del perfeccionismo del cuerpo, un valor que nos proponen las figuras famosas y los comentarios y comparaciones de las redes sociales. Eso conduce a practicar dietas extremas y peligrosas, o a ejercitar compulsivamente. Entre el deseo de “ser perfectos” y caer en un trastorno de conflicto con los alimentos, hay un paso muy estrecho.