EL PAIS
Vladímir Putin lleva 18 años en el poder. Ningún otro mandatario del G20 puede comparársele en veteranía. Ni en cinismo, ni en habilidad para provocar y manejar conflictos, ni en crueldad cuando se trata de exterminar a adversarios, ni en brutalidad bélica. A su lado, el príncipe saudí Mohamed bin Salmán es un aprendiz. Putin, que parece haber iniciado una nueva fase en su estrategia de devorar Ucrania, despliega ahora sus talentos en la cumbre de Buenos Aires: vincula las sanciones contra su régimen con el proteccionismo, festeja con Bin Salmán (su enemigo en Siria) y se encoge de hombros cuando se habla de la nueva crisis entre Moscú y Kiev. La cumbre del G20 que comenzó este jueves, marcada por la guerra comercial entre Estados Unidos y China y las divergencias sobre el cambio climático, corre un serio riesgo de fracaso. Es el ambiente de tensión en que Putin se siente cómodo.