(Bloomberg) — La inflación brasileña cerró 2018 bajo el objetivo por segundo año consecutivo, lo que permite que los costos de endeudamiento se mantengan en un mínimo histórico y da impulso al nuevo gobierno del presidente Jair Bolsonaro.
Los precios al consumidor que mide el índice de referencia IPCA subieron 3,75 por ciento en 2018, por debajo de la meta oficial de 4,5 por ciento. En diciembre, los precios aumentaron un 0,15 por ciento, por sobre lo estimado por economistas, aunque tras una deflación de 0,21 por ciento en el mes anterior.
Los precios al consumidor han permanecido contenidos durante los últimos dos años, ya que la recuperación económica decepcionó en medio cifras de desempleo de dos dígitos y una base industrial que opera muy por debajo de su capacidad. Con la proyección de que la tasa de interés de referencia se mantenga en 6,5 por ciento durante gran parte de 2019, el gobierno de Bolsonaro se beneficia de condiciones excepcionales para potenciar el crecimiento. Desde 2007, cuando Luiz Inácio Lula da Silva comenzó su segundo mandato, que un presidente brasileño no asumía el cargo con una inflación tan lenta.
Esa combinación virtuosa debiera continuar siempre y cuando el presidente cumpla con las reformas estructurales que prometió durante su campaña, manteniendo el real estable y las expectativas de inflación ancladas, comentó Camila Abdelmalack, economista de CM Capital Markets en Sao Paulo.
“La contaminación a través del tipo de cambio es posible si el gobierno no saca adelante reformas que ayuden a arreglar sus cuentas fiscales”, planteó.
La incapacidad de implementar de reformas sigue siendo uno de los principales riesgos para la inflación de este año, advirtió el Banco Central en las actas de su reunión de política monetaria más reciente. “La tasa de interés baja y la inflación lenta solo son posibles con reformas”, declaró el presidente de la autoridad monetaria, Ilan Goldfajn, el mes pasado.
