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La mujer dominicana largas jornadas de sacrificio y abnegación

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Largas jornadas de sacrificio y abnegación caracterizan la vida de las dominicanas. Para alcanzar el sitial que hoy ocupan debieron escalar por una controversial montaña de transformaciones políticas, privaciones económicas y una constante desvalorización de su poder.

Históricamente, el ritmo de desarrollo de la mujer dominicana estuvo apegado a los vaivenes que en cuanto a las implementación de las leyes que protegieron y reivindicaron su género se efectuaron a escala mundial.

Los logros sociales, intelectuales, culturales y políticos conseguidos por las dominicanas con sus luchas -definidas muchas veces por el género opuesto como irracionales- han caído como gotas de miel en un terreno tradicionalmente salobre.

Generación tras generación, las dominicanas recibían de sus madres las costumbres que una buena ama de casa debía poseer. Aprendían -o heredaban- de ellas la sumisión como el camino perfecto hacia la redención espiritual, todo ello limitado por los cánones católicos cosechados en el país desde la época de la colonización.

En los tiempos de la independencia no importaron las delimitadas áreas en que se les permitía a las mujeres intervenir en la vida pública de la sociedad dominicana. La reducida representación femenina tocaba atrevidamente los límites y se arriesgaba en tareas de luchas políticas relacionadas con la antorcha de la República. Para principios de siglo, los atrevimientos y las presiones internas de las dominicanas salían a la luz en forma de respetables escritoras y admirables maestras que se encargaron de sembrar las semillas para el avance, el respeto y la libertad del género femenino en el país, inspirados en el pensamiento hostosiano.

La mujer dominicana que nace junto con la República Dominicana en 1844, entra en la vida representativa en circunstancias políticas sociales y económicas muy limitadas; se desenvuelve en una nación marcadamente rural e inserta en un estatus económico con características feudales.

El núcleo familiar del siglo XIX acató la tradicional práctica de la religión cristiana y los valores culturales hispánicos. Para entonces, la población dominicana alcanzaba los 120 mil habitantes.

La mujer dominicana, dentro de su delimitada “geografía”, fue la responsable del buen manejo hogareño y la encargada de la educación de los hijos; los hombres estaban en el campo o en el ejército, y alguno dedicado al magisterio.

República Dominicana fue el resultado de la labor de grupos políticos específicos (los trinitarios, los conservadores), en los que participaron mujeres comprometidas, pero escasas.

Entre las colaboradoras están María Trinidad Sánchez, (que arriesgaba la estabilidad de su hogar para planificar conspiraciones pro-independencia) y Concepción Bona Hernández. Esta última puso si granito de arena desde su sumisa posición de mujer, con una labor característica de las jóvenes de la época, pues bordó el escudo de la primera bandera dominicana.

Creada la República y obtenida la restauración, el país se organiza lentamente en todas sus instancias. En aquellas circunstancias, el papel de la mujer aflora en el área educativa y en las letras. Salomé Ureña de Henríquez dirigió el Instituto de Señoritas fundado bajo la orientación del maestro Eugenio María de Hostos, quien abiertamente afirmaba que “los hombres deben devolver a la mujer el derecho de vivir racionalmente”.

Dentro del régimen dictatorial de Trujillo, y en el ocaso de la misma, la mujer desempeñó un papel crucial. Fue el apoyo, sostén y motivación para los maridos, hermanos o familiares que combatieron la opresión, además de resistir los asesinatos o desapariciones de sus familiares.

Connotadas figuras femeninas tuvieron participación activa de esa lucha contra Trujillo, como las hermanas Mirabal, quienes mostraron su fuerza y amplitud. Ellas son la representación perfecta del escudo femenino dominicano con que encontró Trujillo el ocaso de su dictadura. Las negativas de Minerva Mirabal y el apoyo emocional y práctico que ella recibió de sus hermanas, no sólo ejemplificó el cansancio de una nación respecto a una dictadura, sino el valiente rechazo que los dominicanos acumularon durante aquellos años de opresión. En la actualidad tenemos mujeres que se siguen destacando en los diferentes gremios sociales.

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