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Bill Evans, el pianista innovador del jazz que fascina 40 años después

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Las drogas pudieron hace cuatro décadas con el estadounidense Bill Evans, un pianista innovador que hizo del jazz su vida, se codeó con leyendas del género como el trompetista Miles Davis y ganó siete premios Grammy antes de sucumbir demasiado pronto, a los 51 años de edad.

EFE, NUEVA YORK.- Las drogas pudieron hace cuatro décadas con el estadounidense Bill Evans, un pianista innovador que hizo del jazz su vida, se codeó con leyendas del género como el trompetista Miles Davis y ganó siete premios Grammy antes de sucumbir demasiado pronto, a los 51 años de edad.

Evans fue uno de los integrantes -y el único blanco- del sexteto con el que el trompetista Miles Davis alumbró en 1959 “Kind of Blue”, el álbum de jazz más vendido de todos los tiempos, pese a que había dejado la banda unos meses antes para centrarse en su propia carrera.

“Bill tenía al piano un fuego silencioso que me encantaba. Su manera de abordarlo, el sonido que tenía, era como notas de cristal o un agua burbujeante cayendo desde alguna cascada limpia”, dijo Davis sobre el virtuoso pianista de jazz, que democratizó el trío musical, en su autobiografía.

Nacido el 16 de agosto de 1929 de madre rusa y padre galés en la localidad de Plainfield (Nueva Jersey), Evans entró en contacto con la música muy pronto, ya que escuchaba en casa las lecciones de piano de su hermano mayor, Harry, antes de empezar él mismo a recibir formación a los 6 años.

En la adolescencia adquirió la habilidad de leer partituras a primera vista y tocar música clásica, pero nunca tuvo claro lo que quería hacer con su vida hasta que tuvo una “revelación”, según explicó a Harry en una conversación recogida en el documental “Universal Mind of Bill Evans: The Creative Process and Self-Teaching” (1966).

“Fui a la universidad, obtuve un grado de profesor porque pensé que podría enseñar, pero cuando llegó el momento me impliqué tanto en el jazz que se convirtió en parte de mi vida interior. De niño te preguntan qué quieres ser de mayor y yo hubiese dicho cualquier cosa, realmente no lo sabía”, explicaba, entre cigarrillo y cigarrillo.

“Me impliqué tanto en el jazz que se convirtió en un camino natural que me llevó aquí y allá, y finalmente se reveló como lo más importante de mi vida”, aseguraba de sí mismo el multifacético e introvertido artista; educador y filósofo a partes iguales y cuyas enseñanzas siguen fascinando a sus admiradores a día de hoy.

Tras entrar en 1946 en la Universidad del Sureste de Luisiana, donde empezó a componer y tocar con otros músicos, Evans fue llamado a casi cuatro años de servicio en la Armada de EE.UU. y en 1953 creó el que posiblemente es su tema más conocido, “Waltz for Debby”, dedicado a su sobrina.

Con un año sabático de por medio, el pianista volvió a Nueva York en 1955 y mientras estudiaba en el Mannes College of Music, un conservatorio neoyorquino, comenzó a actuar en los garitos más emblemáticos de la escena jazz, como el Village Vanguard, donde se codeó con genios como Thelonious Monk y fichó en una discográfica.

Su primer acuerdo musical fue con el histórico Riverside Records y su primer álbum, llamado “New Jazz Conceptions”, salió en 1956, dando paso a una intensa etapa de su vida que le depararía tanto el éxito en lo profesional como el dolor en lo personal.

Evans había pasado brevemente por la banda de Miles Davis cuando el trompetista lo llamó a principios de 1959 para grabar “Kind of Blue”, sin muchas indicaciones y en apenas unas horas, junto a Cannonball Adderley, John Coltrane, Paul Chambers, Jimmy Cobb y la intervención de Wynton Kelly, el pianista que lo reemplazó.

Aquel legendario álbum le dio una popularidad a la que no pudo enfrentarse sin recurrir a la heroína, que acabó convirtiéndose en una adicción de la que ya no saldría nunca y que desgastó su salud de una manera que su amigo y biógrafo, el compositor Gene Lees, consideró “el suicidio más largo de la historia”.

Pero mientras tanto, Evans entró en la década de los 60 actuando y desarrollando su genio improvisador entre una gran acogida del público, los críticos y los demás músicos, sobre todo gracias al famoso trío que formó con el bajista Scott LaFaro y el batería Paul Motian.

El giro dramático tiene lugar cuando LaFaro muere en un accidente de coche en 1961, a los 25 años, una pérdida que lo aparta de los escenarios durante un tiempo y más adelante intenta llenar sustituyéndole en otros tríos junto a Motian.

No dejó de explorar y algunos de sus mejores trabajos los firmó con su último trío, con Marc Johnson y Joe LaBarbara, aunque antes de eso publicó “Conversations with Myself”, un álbum en solitario que utilizaba la poco convencional técnica de sobregrabarse, y colaboró durante 11 años con el bajista puertorriqueño Eddie Gómez.

Tras el suicidio de su hermano Harry -años después del suicidio de su primera mujer, a la que había dejado por la que luego sería la madre de su hijo Evan- y con la salud consumida por la adicción a las drogas, Evans falleció en 1980, a los 51 años, dejando un rico legado musical que le llevó a obtener el Grammy póstumo a toda una vida.

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